miércoles, 12 de mayo de 2010

Es fácil aferrarse a una ilusión. La vida básicamente se compone de ilusiones que van llenando cada hueco inerte de nuestro día a día. Pero cuando las ilusiones se rompen una y otra vez, llegas a replantearte el hecho de si merece la pena dejar que resurjan de sus cenizas, ilusiones que se perfilaban como enterradas. Solamente es necesario volver a escuchar tus tripas, si tus tripas. Ya no el corazón, porque en algunas ocasiones, hasta él se queda insignificante bajo el poder de la adrenalina que provocan ciertas ilusiones. Y es que cuando por muchos años que pasen, tus tripas siguen hablando, quizás es por que todo lo que tienen por decir, es mas importante de lo que pensabas.
Puede que me vuelva a encontrar frente a un muro que frene mis pasos, o que las ilusiones se vuelvan puñaladas que penetren de nuevo en heridas sin cerrar. Es algo que desconozco. Lo único que puedo hacer, por el momento, es plasmar en palabras, símiles de lo que ilusiones inesperadas provocan bajo su fuerza.
El tiempo empleado no ha sido en balde, simplemente ha sido el necesario para intentar luchar contra algo que desde el primer día, por mucho que hayamos intentado esquivarlo ha estado ahí. Encuentros, desencuentros que pasaron a formar parte de una distancia que intentamos llenar con cartas y música... simples ejemplos de todo lo que fuimos capaces de hacer por nosotros, pero nos dejamos ganar el pulso, sin entendernos, sin explicarnos... y el tiempo quiso engañarnos. Solamente ahora nos hemos dado cuenta de que todo forma parte de algo mas que meras ilusiones. Es algo de verdad. Fue pasado, y ahora es presente. No quiero más.
Ahora es cuando el tiempo tiene un papel esencial, lo dirá todo, pero no lo hará en soledad. No quiero más pasado en el presente, quiero más, en pequeñas dosis de todo lo nuestro.

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