miércoles, 14 de septiembre de 2011

¿A que no sabes donde he vuelto hoy?

Aunque en alguna ocasión, desarrollada durante un corto espacio de tiempo perdiese el norte, o aparentase perderlo, el objetivo nunca cambió. Nunca fue necesario que nadie viniese a decirme que detrás de esa fachada de acero, fría, inerte, inexpresiva... existía, y sigue existiendo, un espacio, donde puedes llegar a sonreír cada milésima de segundo por pequeña que sea, donde los abrazos envueltos en palabras te hacen sentirte realmente agusto. Son pocas las veces que eso ocurre, que allí sale el sol, y quizás, deba añadir que de esas pocas, la gran mayoría he tenido el privilegio de disfrutarlas. Cuando eso sucede todo se ve desde otra perspectiva, desde un punto de vista que te empuja a replantearte las cosas desde el más bajo de los cimientos, y piensas que es lo que realmente merece la pena, el arriesgar y que la respuesta pocas veces, por no decir ninguna, sea devolverte todo aquello, o dejar de arriesgas y perder todo aquello. Pero tampoco es necesario que nadie venga a decirme que hace demasiado tiempo que nada de eso no ocurre, ni que nadie me diga que no merece la pena empujar y empujar, que la puerta de acero seguirá sin abrirse, eso ya lo sé, soy totalmente consciente, llevo en el mismo maldito punto del camino durante demasiado tiempo. Pero de la misma manera, soy consciente, quizás más que nadie, y eso me lleva a dudar, de sus pequeños, por escasos gestos, de sus pocas palabras con las que dice tanto. Conozco plenamente la variedad de todos sus silencios, y no son pocos, la dependencia de cruzar fugaces palabras, de evitar encuentros y provocar miradas que cuenten más de todo lo que jamás ha sido capaz de salir por su boca. Silencios frente a mi, palabras a mis espaldas que llegan a tocar en ese justo punto que provoca escalofríos sin control. Sé hasta que punto es capaz de enfadarse y dejar que le domine el orgullo, sé que en esas ocasiones las palabras salen por su boca al mismo tiempo que le destrozan el corazón. Corazón del que conozco cada parte y no es necesario que nadie me hable, llegué a rozarlo con la yema de mis dedos... provoqué sonrisas que se volvieron recíprocas. Y no busquéis cualquier tipo de explicación mas allá de que hoy he amanecido echando de menos todos aquellos días de enganche mutuo, en los que la necesidad superó a la razón, todos aquellos días en los que... que más da, no hace falta que nadie venga a decirme que eso ya no sucederá.





2 comentarios:

  1. Lo bonito de todo esto es que jamás podrás de decir un "nunca volverá a suceder" y de ahí que tú mejor que nadie sepas que la esperanza no se pierde pase lo que pase.

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  2. PD. La canción es simplemente perfecta.

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