jueves, 28 de febrero de 2013

Somos ríos.


- Dime qué ves a tu alrededor.
- Gente - comienzo titubeante, animado enseguida por su sonrísa -. Mesas, sillas, fuera veo la calle y a los mendigos... Es eso, ¿no?
- Sí, sí. Eso es lo que ves, pero hay algo más. Está lo que pasa por en medio... Esa gente está unida por relaciones, muchos se han amado, muchos apenas se conocen, algunos de ellos se han cruzado en una calle de Atenas, pero no se han dado cuenta. Y también los muebles tienen una historia que muchas veces nos atañe más cerca de lo que creemos. Esa gente a la que ves en la calle te revela más de ti mismo de lo que puedes descubrir en tu mente, aquí en medio fluye la vida como un río. Nuestra vida es un río. Nace en la cumbre de las montañas, al principio no es más que un arroyo helado, agua que fluye bajo tierra o entre las piedras. Luego el arroyo se ensancha, se parte en una pequeña cascada y después encuentra su camino en un canal donde el agua fluye turbulenta. En la primera parte de su camino, el canal recibe muchos afluentes, antes de convertirse en un río en toda regla. Muchas veces, al principio, fluye impetuoso entre las rocas y los árboles por entre las montañas, antes de encontrar su cauce, por el que se extiende y prosigue lentamente hacia el mar, uniéndose a otros ríos, allí donde todas las historias se cruzan. Tú eres un río, y la pregunta es: ¿en qué punto del río estás? Si sabes atender a esa pregunta, hallarás la respuesta que buscas.


Si estuvieras aquí.

jueves, 21 de febrero de 2013

Heridas abiertas.

Hay ocasiones, en las que la vida te ofrece nuevos caminos. Eso hace, que comiences a creer que el tiempo te ha ayudado a olvidar. A curar heridas y decides darte una oportunidad. Vas bajando el escudo. Cedes. Incluso más de lo que deberías. Hasta te atreves a dar algún paso sin pensar en que puedes volver a tropezar con el mismo tipo de piedra. Y cuando sucede, cuando no hay ningún manto de algodones y te das de bruces contra el asfalto, es en ese momento cuando descubres que no. Que no solo no se han cerrado las heridas, sino que se han vuelto a abrir. Que son tan profundas, que de nuevo el dolor es insoportable. Vuelven los miedos los fantamas a susurrar cada noche bajo las sábanas y la inseguridad se vuelve parte de la rutina diaria. No quiero más golpes. No estoy preparada para revivir historias que alguien ya coronó.

lunes, 11 de febrero de 2013

Dejarme empapar por la indiferencia.

No creo en las casualidades. O en la sucesión de hechos consecutivos con un nexo en común. Llámalo como quieras. Todo, pasa por algo. El caso, es que ya van unos cuantos seguidos. Y no me gusta, porque el problema se vuelve a repetir. Ya no dolía. Estaba ahí, pero como ausente. Pasaba desapercibido. Y ahora, otra vez me doy cuenta de todo. Nada a cambiado. Y para ti sigue siendo indiferente. Es bueno que el tiempo cure todo. Que borre lo negativo de las historias. Lo peor, es que también borra lo bueno. Y de eso, me queda muy poco. Los recuerdos de lo positivo, cada vez son más difuminados. Más transparentes. Menos claros. Están ahí, pero en un segundo plano. De serlo todo, están pasando a ser nada. Lo malo, es que todo esto no me provoca dolor. Si fuese así, sería mucho más llevadero. Al principio, el dolor hace mucho daño, es como sí te rompiese el alma de repente. Sin esperarlo. En un millón de trozos diminutos, imposibles de encontrar para tratar de recomponerla. Sientes que vas cayendo al vacío, como si te lanzasen por un precipicio, sin frenos y sabes que el final va a doler mucho más aún. Pero ese dolor se acaba pasando. Lo malo, es que todo esto me provoca pena. Y la pena se va adueñando de ti y es muy difícil deshacerse de ella. No tiene remedio, y es algo que se queda ahí. No desaparece. Lo peor de todo, es que sé, sabemos, que en el fondo, tengo razón. Pero creo que es hora de ponerme el caparazón, y volverme inmune. Evitar que me afecte. Aislar cualquier tipo de sentimientos, guardarlos y no dejarlos fluir. Dejarme empapar por la indiferencia. No veo otra posibilidad. 



miércoles, 6 de febrero de 2013

el no, realmente, puede que sea un sí.

Tengo la mala costumbre, de aferrarme a todo lo negativo de una forma inexplicable.
Parece que me atrapa. Me embauca. Me nubla la vista, la mente y el alma.
Hace que le otorgarle a todo lo malo, una importancia sobrevalorada.
Algo que realmente no merece. Como cuando le das todo a quién después te da nada.
Provoca que deje escapar todos esos pequeños detalles que realmente existen. 
Los que el pesimismo hace que pasen inadvertidos.
A la mínima piedra que me encuentro en el camino, abandono el viaje.
No quiero volver a tropezar. Si hay trampas, yo, desisto.
Hasta ahora, realmente no he encontrado un punto de inflexión en el que apoyarme.
Una referencia, en la que confiar al cien por cien, y fijar mi meta.
He continuado todos los caminos empeñándome en que si es no, ya no hay vuelta atrás.
No he buscado más alternativas. No he pensado si quiera en su existencia. 
Pero quizás, si me abro camino entre toda esa niebla que cubre el horizonte,
puede que  me encuentre con algo diferente a lo que percibo en realidad.
Puede que lo que realmente deba hacer, es ir recogiendo todas y cada una de esas piedras.
Construir con ellas un espejo que me refleje todos esos puntos positivos.
Esos que me hagan ver que el no, realmente, puede que sea un sí. 



domingo, 3 de febrero de 2013

como un torbellino

Llega y arrasa con todo. Me invade. Borra cualquier rastro de mis esquemas preestablecidos. Es como un torbellino que hace que la bipolaridad se instale en mi. Tan extraño y poco común que me saca de mis casillas. Y me engancha a la vez. Tanto, que cuando el reloj debería ir deprisa, va más lento que nunca y cuando debería pararse, va a la velocidad de la luz. Nada es real. Todo son meras conclusiones que provienen de un tiempo muerto. Un paréntesis que se llena de dudas y miedos. Quisiera no perder este tren. Que alguna señal me hiciese discernir un claro "vas por buen camino, ahora sube y no te bajes". Pero de momento solo hay brumas que me impiden distinguir cuales son las armas que debo emplear. Perder, no creo que pierda mucho, más bien nada, porqué aún no tengo nada. Pero ganar podría ganar bastante más de lo que estoy acostumbrada a obtener a cambio de poner de mi parte. Habrá que esperar. Pulsar el pause y tener eso, que llaman paciencia y yo llamo incertidumbre. Puede que la única forma de alcanzar esa seguridad y esa firmeza de no estar equivocándome, solo pueda conseguirla dejándome llevar por la suerte y arriesgándome a hacer caso a lo que, a cada momento sienta.



viernes, 1 de febrero de 2013

Al otro lado.


Me he cambiado al otro lado.
A ese, en el que lo único que está permitido es
valorar lo positivo y mantener la sonrisa.